Llegamos a ella con la ilusión de los que tienen aún un matrimonio fresco. Esta sería nuestra sala, allá nuestro patio de asados y tertulias, este nuestro cuarto, su oficina, el cuarto de un niño o niña tal vez…
Bajo la luz de estas estrellas y rodeada de esta cerca pasé noches de insomnio, bailé en la oscuridad, fumé y pensé cuentos y poemas, lloré en silencio, medité.
Este es el rincón en el que me sentí profundamente desdichada y miserable, sola sin nadie a quien acudir mas que a los amigos de mis discos y mis libros.
Aquí, detrás de este sofá, he encontrado un grito ahogado. El cuarto de los niños fue mi cuarto tantas noches de exilio matrimonial. Esas paredes fueron mi refugio también al salir del hospital, allí llegué a lamerme mis heridas durante dos meses, antes de atreverme a enfrentar de nuevo el mundo.
Y finalmente, cuando ya no quedaba nada de lo que habíamos sido, me fui. La abandoné, hui cargando en un carro mi ropa y las posesiones importantes. Más tarde, cuando él también la abandonó llevándose lo que quiso, volví a ella, no la pude enfrentar y terminé encontrándole ocupantes.
Pero la vida da giros inexplicables. Traté de deshacerme de ella sin éxito mas terminé volviendo allí, con mis maletas, un nuevo amor y una hija prestada. Esta es la cocina que redecoramos, aquí pusimos sus muebles de papá soltero y los que yo compré tras el divorcio, tapamos el hueco del baño con una puerta y su hija ocupó mi cuarto de exilio.
Cuántas pruebas negativas de embarazo me hice en este baño, cuantas lágrimas fueron absorbidas por sus hombros y mi almohada, sintiéndonos incompletos, orando por aceptar la realidad de ser una pareja sin hijos, cuántos viajes hicimos para llevar a cabo nuestro sueño.
Esta es la sala donde guardé reposo algunos días, éste el espejo en el que vi crecer mi vientre, este el garaje convertido en oficina en el que trabajé esperando que llegara el día, este el sofá blanco que compramos apenas días antes de parir.
En este cuarto, en el que al principio no podía dormir perseguida por malos recuerdos, me saqué la primera leche de madrugada mientras nuestro recién nacido dormía en la NICU. La anterior oficina se convirtió en un cuarto azul presidido por El Principito, aquí mecí a mi bebé y le compuse y le canté canciones al alba.
Esta es la sala donde vimos videos musicales, esta la cocina y aquí el comedor de cenas con amigos, este el patio de los cumpleaños, el asador en el que te convertiste en el maestro de la picaña. Aquí pasamos los días felices de recién casados, nos convertimos en padres, vimos partir a nuestra hija hacia la universidad, vivimos el inicio de la pandemia y celebramos el 3 cumpleaños de nuestro hijo.
Dicen que para una mujer su casa es su castillo. El mío fue primero de naipes, luego de sólida roca. Y ahora es sólo una memoria que no olvido.
Doral, Febrero 9, 2021
I absolutely love the way you transform a personal experience into a universal one in which we become the person in the story. You remind the reader that memories of our lives are moments that can be transformed by the power of resilience and love into memorable experiences. Thank you!
Tus palabras iluminantes me han tocado el corazón. Lo mas que crezco, lo mas que entiendo que la vida de verdad toma turnos extraordinarios. Gracias por tu vulnerabilidad, tu felicidad es mía también ❤️